El viejo de la roca o el paraguas invisible (Cuento infantil Nayaritense)

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El viejo de la roca o el paraguas invisible (Cuento infantil Nayaritense)
¡Hola! Me llamo Ernesto ESM “El Ambidiestro”, me gusta mucho el arroz, mi pasión es escribir y cocinar de todo.

Esta es mi primera entrada; yo les presento un texto infantil, narrado en primera persona, me basé para escribirlo de un sueño y con mucha imaginación termine este cuento, ¡Espero les guste!

El texto trata de un niño que busca la lluvia para mojarse, pero lo hace a medianoche, un hombre (al principio espectral) lo estará acompañando.

Tengo que destacar que el ambiente geográfico de la historia es real, pero los personajes son ficticios, si existe personas con características similares es pura coincidencia.

Sin nada más que decir, solo hace falta que se relajen y disfrute de este increíble cuento. ¿Ya lo leíste? Te recomiendo el cuento Los Niños Que Se Convirtieron En Ratas de mí hermano Eduardo Serrano Ova.

                                    El viejo de la roca o el paraguas invisible.

Nayarit es un lugar donde hay muchos ranchos; como el de San Diego Del Naranjo donde yo viví esta historia, en una de las noches que creo es la más emocionante de todas mis noches en ese lugar.

Aquella noche fue eterna, aquella noche es única, aquella noche es lo que voy a contar.

Escurecía aquel día, ese día estaba terminando, y la noche empezando, y yo iniciando a contar esta historia.

Salte de la cama de piso en donde yo dormía, estaba lloviendo con gota gorda, decidí salir para poder sentir la lluvia, pero esa lluvia no mojaba, esto porque algo me cubría.

Es un paraguas invisible, yo lo estoy fabricando con súper poderes que yo poseo – me dijo un abuelo sentado en una roca grande, gorda y pesada.

Le conteste que quería mojarme y lo que hacía era lo contrario.

-Yo me quiero mojar, usted con el paraguas hace que no me moje.
-Si tú te mojas, te enfermas, pero si quieres diviértete, yo te lo advertí- me dijo el viejo.

El paraguas invisible se fue y me empecé a mojar, empapándome lentamente, el señor se paró de la roca  y desapareció.

Enfrente de la casa hay una cancha, allí hay dos rocas encimadas, donde el mismo abuelo estaba dormido, yo ya estaba completamente empapado, feliz daba vueltas sintiendo como el agua tocaba mi lengua, una señora mayor me miro y me ofreció una cuerda,  dijo si la ayudaba aprender a hacer que la correa atrapara las patas de un animal, pero le admití que no sabía, y la señora se fue triste.

Ya no quería estar allí, así que me fui a otra cancha que a diferencia de la anterior estaba compuesta de tierra, me volví a encontrar al viejo acostado y dormido. Di vueltas y vueltas felices hasta que un niño me dijo que si sabía chiflar,  le dije que lo defraudaría ya que no sabía, se alejo triste.

La lluvia me empezaba hacer sentir vulnerable a una gripe, aun así decidí ir al pozo de agua para beber del rancho, donde al llegar mire al abuelo acostado en una piedra. Le pique la panza para que se despertara, se acomodo, se estiro, y me dijo:

-Creo que quieres el paraguas.
-No, quiero saber porque me estas siguiendo, donde voy usted esta, ¿por qué?

Antes de contestar, se acerco un hombre con su burro colgando cubetas para llenarlas con el agua del pozo, sorprendido me dijo:

-Chamaco, que haces a estas horas aquí, estás perdido, te sientes mal, eres un fantasma, eres algo no humano.
-Soy humano, tóqueme (tocándome).
-Entonces que haces aquí.
-La verdad no lo sé, ¿pero usted que hace a estas horas de la madrugada aquí?
-El problema, es que el sol me cae mal y he decidido vivir de noche, solo los días nublados o de precipitaciones, me muestro a la sociedad, cuando lo hago, según ellos, vengo de visita al rancho, como un turista, pero la verdad es que aquí vivo.
-Yo también vengo de visita.

El hombre bajo al pozo, tomo agua y empezó a llenar sus tinajas, de reojo me sonrió, en pocas palabras era momento de irme, la lluvia era triste, mis ojos sintieron ganas de llorar, llore, el paraguas invisible me encobijo de la lluvia, camine por la cancha de tierra, pase por la secundaria de mi lado izquierdo, pase las casas con sus ventanas cerradas, no había luces prendidas, el rancho dormía, las gallinas en los arboles, yo seguía llorando, yo decía papá, mamá los quiero.

El señor me siguió hasta sentarse en su roca, yo entre a la casa, me acosté en mi cama de piso, me tape el frio, estaba seco y asustado.

Mire el techo, sonaban gotas gordas, después mire que el viejo de la roca entró a la casa y se acostó, era mi abuelo.
                                                           FIN
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Las cronicas gemelas by Ernesto Serrano Marquez is licensed under a Creative Commons Attribution-NonCommercial-NoDerivatives 4.0 International License.

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